
Hace unos días terminé la última biografía de Audrey que ha caido en mis manos, la de Donald Spoto.
Los que me conocen bien saben que una de mis pelis favoritas es Desayuno con diamantes, que habré visto más de quince veces, y que no deja de agradarme a pesar de la triste realidad del escritor gigoló y la prostituta de altos vuelos que tan bien representaron George Peppard y Audrey Hepburn. Aunque se aleje ligeramente de la novela de Truman Capote, sobre todo en el final, claro está, es una película que no pasa de moda, al menos para mi gusto, y la interpretación de Moon River, que compuso Henry Mancini para ella es todo un acierto. Otra es Charada, con mi fabuloso Cary Grant, pero hay unas cuantas más que merecen ser recordadas y revisadas de vez en cuando, entre otras Robin y Marian (ese Sean Connery, otra de mis debilidades), Sola en la oscuridad (te morias por ayudarla de la fragilidad que desprendia su actuacion), Cómo robar un millón (para troncharse con las caritas de ella y Peter O´Toole, otra vez el genio de Wyler en la dirección), Vacaciones en Roma (como no recordar a ese entrañable Peck, tan caballero, olvidando su obligación como periodista, y ese final), y, por supuesto, My Fair Lady (se negaban a que la interpretara otra que no fuera Julie Andrews pero al final resultó estupenda con Rex Harrison a su lado). Muchas más deben su interés a su sola presencia, a pesar de ser de peor calidad, acompañantes equivocados o malos guiones.
Con la mano de Mel Ferrer dirigiendo su carrera, siempre tuvo la última decisión sobre sus papeles, demostrando una gran profesionalidad en los rodajes y sin importarle rodar una o cien veces las tomas, lo cual dice mucho de ella. Alejada del "star system" de Hollywood, quiso ante todo tener y cuidar a sus hijos, lo cual le llevó no pocos disgustos ante los múltiples abortos que tuvo y de los que yo no tenía ni idea antes de leer en profundidad sobre su vida.
Desde su frustrada carrera de bailarina (demasiado alta, demasiadas penalidades en Arhem que la debilitaron), sus trabajos de modelo y por fin su acceso al teatro y posteriormente al cine, nos dejan una lección de humanidad y coraje que duraron hasta el fin de sus días.
Sus amistades fueron firmes y duraderas, no solo con Hubert de Givenchy, del que lució tantos modelos, y con actores y directores, sino con la mujer que sería el origen de Historia de una monja, de Zinneman, y su compañera, reflejadas en sus cartas a lo largo del tiempo.
Y por supuesto no podemos dejar de recordar su acción como embajadora de Unicef, con su preocupación real, y efectiva , por todos los niños del mundo, recordando probablemente su infancia en Arhem en la 2ª Guerra Mundial.
En fin, una superviviente con ferrea voluntad y una gran actriz para recordar, aunque quizá sin una infancia falta de un padre y con una madre tan fría como la baronesa, penalidades y necesidad de superación tras haber sido de familia acomodada, tal vez no habría terminado siendo la gran mujer que recordaremos siempre.